Este artículo está extraido de la revista digital Naukas
Por Biotay, 8 octubre, 2012
Ricitos de Oro abandonó aquella
pequeña casita, corría todo lo que podía, sus pequeñas piernas no daban para
más, era solo una débil niña. El aire era helador, y lo era cada vez más, dolía
al repartirse por el cuerpo hasta llegar a sus pulmones. El sol hacía rato que
había desaparecido tras las enormes y lejanas montañas. Apenas podía ver nada,
pero no le importaba, no había tenido cuidado en aquella casa y ahora lo podía
pagar caro. Corría destartalada por el bosque, como lo haría un muñeco de
trapo. No tenía otra opción, los rugidos de los osos hacían vibrar todo el
bosque, si la alcanzaban la destrozarían, ella lo sabía, como sabía que lo
merecía, no se había portado bien con los habitantes de aquella acogedora
casita del bosque.
Llegó el momento en el que su cuerpo se rindió, y
si no fue su cuerpo por entero, al menos una de sus piernas decidió
desobedecer, el suelo aparentemente enfadado, como suele hacer en estos casos,
fue rápidamente a golpearle en la cara.
¡Blam!
Ricitos de Oro se incorporó débilmente del suelo
y descubrió horrorizada que ya no había osos persiguiéndola, horrorizada porque
habría preferido que los osos la alcanzaran. Un siniestro yermo se extendía
ante ella, la luz era tenue, extraña a cualquier otra, y el frio era tal que no
se atrevía a respirar, ciertamente aquel lugar no se parecía a nada que hubiese
visto antes, sin duda aquel no era un lugar para ella…
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Si hay una molécula importante para la vida, esa
es el agua. Es especial, y no por tener memoria como argumentan algunos sin
ninguna prueba, es especial porque es necesaria para las reacciones químicas de
la vida. Muy cerca del sol el agua desaparecería en forma de vapor, y muy lejos
solo encontraríamos hielo, es únicamente en la zona llamada “Ricitos de Oro”
donde el agua podría encontrarse en forma de hielo, gas y líquido.
Nuestro planeta orbita delicadamente sobre este
camino alrededor del Sol, es además gracias a una órbita no muy común, cercana
al círculo perfecto, por lo que no nos salimos de esta zona habitable, un poco
más cerca o más lejos del Sol y estaríamos perdidos.
Cuando hablamos de la zona “Ricitos de Oro” nos
referimos a la zona habitable alrededor de una estrella, hoy sabemos que no
solo orbitamos al Sol, sino que este orbita el centro galáctico, ¿existe
algo similar a la zona
Ricitos de Oro en la galaxia?
Como es bien sabido, la mayor parte de los
elementos de la tabla periódica tienen su origen en la nucleosíntesis estelar.
Los hornos de fusión nuclear que son las estrellas fraguan lentamente los
elementos que su energía les permite, esto varía en función de la masa de la
estrella y de la generación a la que esta pertenezca. Las primeras estrellas
que se formaron después del Big Bang apenas tenían nada más que helio e
hidrógeno, con el tiempo las más grandes estallaron, y repartieron los
elementos creados en su interior por los alrededores, dichos elementos, que no
solo incluían ya hidrógeno y helio, sino otros más pesados, formaron las
estrellas de segunda generación… y así sucesivamente.
Esta diferencia en composición entre generaciones
de estrellas se ve reflejada en su metalicidad, se mide en
función a la cantidad de hidrógeno con respecto al hierro, y se valora en
comparación con la de nuestra estrella. Es importante, pues el campo magnético
que nos defiende de los rayos cósmicos debe su existencia al núcleo metálico
terrestre, esta protección además ha impedido que nos quedemos sin atmósfera,
como le ocurrió a nuestro vecino Marte. Pero no acaba aquí la cosa, si la
metalicidad es inferior al 40% en una estrella, las predicciones nos dicen que
no encontraremos planetas rocosos en ella.
La metalicidad es muy importante para Ricitos de
Oro. Si la metalicidad varía en función de la generación a la que pertenezca
una estrella, será importante valorar la metalicidad de las estrellas para ver
donde puede darse la vida.
Nuestra preciosa Galaxia espiral, como otras de
su clase, se divide en cuatro grandes zonas. Una esfera
gigante (el halo galáctico) formada por estrellas ancianas y
muy dispersas, su edad media es casi tan alta como la del mismísimo Universo
(diez mil millones de años) y por tanto su metalicidad es muy baja, tanto, que
difícilmente encontraremos planetas rocosos en ellas. En la Vía Láctea de forma
sorprendente existen estrellas más antiguas que la propia galaxia, esto se debe
a que han sido atrapadas cuando galaxias más pequeñas chocaron con la nuestra,
en lo que podría llamarse una “fagocitosis galáctica”. El
choque de dos galaxias rara vez supone colisiones entre estrellas, pues
normalmente están muy separadas en relación a su tamaño. Normalmente el polvo
dejado por las explosiones de viejas estrellas se incorpora a otras (aumentando
su metalicidad), y las estrellas se añaden al conjunto de una forma más o menos
suave, dando lugar a una galaxia mayor.
También existe una zona central (el bulbo
galáctico), formada por estrellas muy viejas y algunas relativamente
jóvenes (aunque no tanto como nuestro Sol), que conviven muy cerca unas de
otras. La metalicidad es elevada en el bulbo, pero la actividad allí es tan
alta (con la radicación derivada de esta), que la vida como nosotros la
conocemos difícilmente sería posible.
Por último existen dos discos, uno enorme y
viejo, compuesto por estrellas con baja metalicidad… Y uno muy pequeño,
constituye solo el 0’5 % del grosor del primer disco. Este es el único lugar en
el que podemos encontrar estrellas tan jóvenes como el Sol, pues es el único
lugar en el que aun se forman estrellas. Es esta la región que podríamos llamar
zona Ricitos de Oro de la Vía Láctea, la Zona Galáctica Habitable
(Z.G.H.).
Es importante ser consciente de que esta Z.G.H.
está muy limitada en el tiempo y el espacio, ha sido necesaria una gran espera
para que las estrellas alcanzasen el nivel de metalicidad necesario para que se
pudiesen formar planetas como el nuestro. A medida que vaya pasando el tiempo
la metalicidad de las estrellas irá aumentando, y quizás las estrellas con
planetas se hagan más comunes. De igual modo, solo las estrellas más jóvenes,
pero alejadas de zonas peligrosas como el bulbo galáctico, podrían permitirse
tener planetas rocosos y una atmósfera que los proteja de los rayos cósmicos.
Esto limita la zona habitable de nuestra galaxia a una región “muy pequeña”.
Nosotros tenemos la suerte de encontrarnos lo
suficientemente lejos del centro galáctico como para que la radiación no se
interponga demasiado con la evolución de la vida, y al mismo tiempo da la
casualidad de que nuestro planeta posee un núcleo mayor al que le corresponde,
gracias al impacto de Theia (planetoide que chocó con la
Tierra fusionando su núcleo y formando la Luna). Hoy en día Ricitos de Oro
tendría sólo una pequeña fracción de la galaxia donde buscar un hogar en el que
alojarse… si los osos no la atrapan y la destrozan antes, claro.
* Esta entrada es una pequeña egagrópila de
lo repasado para la mesa de
astrobiología en Naukas Bilbao 2012. Para quien quiera profundizar en la
dificultad de encontrar vida como la nuestra en la galaxia recomiendo el último
libro de John Gribbin “Solos en el Universo”.
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